EE.UU.: "Querido eterno líder"
Cristina López G. comenta la campaña electoral en EE.UU. y dice que "El problema en este caso no son las ideas de Obama sino más bien la poca atención que se le está dando en la actualidad a ideas de cualquier tipo por culpa de los enfermizos cultos a la personalidad".
Bien dice un buen adagio que el amor es ciego, refiriéndose con toda razón a que los sentimientos tienen la capacidad de obnubilar la racionalidad hasta el grado que deja de importar la apariencia física, los defectos del ser amado, sus errores y sus deficiencias. Lo anterior no tiene nada de particular y el adagio tiende a ser usado para justificar errores o para encontrarle la lógica a enamoramientos inexplicables.
Sin embargo, cuando el ciego es el electorado y el amor se vuelve obsesión y fanatismo, los resultados van más allá de lo risible. El culto a la personalidad no es causado solamente por los millones que en la actualidad se invierten en muchas campañas políticas diseñadas para maquillar la realidad y convertir en atractivos productos a personas de carne y hueso. Viene desde las épocas en que faraones imponían su voluntad y Césares creaban imperios a costa de los derechos individuales de cientos de personas.
Cualquiera pensaría que los pasos agigantados con los que avanza la humanidad, la ubicuidad de la información y el aumento constante de los porcentajes de poblaciones educadas, llevaría a análisis más objetivos por parte de los electorados modernos a la hora de juzgar a sus líderes políticos y candidatos presidenciales.
Y sin embargo, como bien dijera el Nobel de Economía Ronald Coase, es imposible entender la realidad de los comportamientos humanos sin asignarle su debida importancia a la estupidez. El anterior comentario surge a raíz de la preocupante fiebre que desde que resultara electo en 2008 ha despertado Barack Obama en millones de fanáticos seguidores. Dirigida por un equipo conformado por brillantes estrategas, la campaña de Obama se ha limitado a apelar al sentimentalismo, dejando en segundo lugar discusiones relevantes como qué cambiaría si tuviera otro período en la Casa Blanca, pues poco se ha visto del cambio que tan bien mercadeó en su campaña original. Ayuda a su causa un Romney que fuera de los millones invertidos, apenas está presentando batalla, con un equipo de comunicaciones que aparentemente trabaja para los Demócratas, pues no ha logrado controlar el mensaje de su candidato.
En Obama lo que Max Weber llamara “autoridad carismática”, se ha convertido en un caudillismo enfermizo: gente desmayada en los mitines, el meme de la mano al pecho simbolizando leal adhesión, gente declarándolo SU héroe, tatuajes de su cara en muchos seguidores... Cualquier parecido con las casi risibles alabanzas al Querido Eterno Líder Kim Jong-il, ¿serán coincidencia?
Lo grave no solo es que esta fijación obsesiva en la presidencia habría mandado de un infarto a la tumba a cualquiera de los Padres Fundadores de EE.UU., que con tanto cuidado forjaron un sistema de frenos y contrapesos para que ningún órgano de estado, y mucho menos una persona, concentrara tanto poder. Lo preocupante es que esta ceguera le ha perdonado al Presidente de EE.UU. cosas que merecen la más meticulosa auditoría: el arbitrario uso de androides de guerra en Pakistán, las deportaciones masivas y expeditas, favoritismos a empresas de amigos, entre otras.
El problema en este caso no son las ideas de Obama sino más bien la poca atención que se le está dando en la actualidad a ideas de cualquier tipo por culpa de los enfermizos cultos a la personalidad. Dicha obsesión sería enfermiza también dirigida a cualquier otro, pues subir en un pedestal a las personas (por mucho que sean excelentes líderes y aunque tengan buenas ideas) es superficial y peligroso. Son las ideas y los principios lo que debería de causar adherencia y seguidores.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 23 de septiembre de 2012.