Despolitizar la educación: clave del éxito finlandés
Mónica Mullor considera que el hecho de que la escuela finlandesa siga siendo "la estrella indiscutida del firmamento educacional europeo" aún cuando su gasto por alumno se encuentra dentro de la media de los países de la OCDE, "prueba un hecho fundamental: que las deficiencias educacionales muchas veces no dependen de un problema de recursos, sino del uso de los mismos".
Por Mónica Mullor
Finlandia se ha transformado, debido al éxito de su escuela, en un lugar de peregrinación de políticos provenientes de todos los rincones del mundo. En noviembre ha sido el turno de Chile.
Sin duda la escuela finlandesa sigue siendo la estrella indiscutida del firmamento educacional europeo. Además, sus excelentes resultados se obtienen con un gasto por alumno que se encuentra dentro de la media de los países de la OCDE. Ello prueba un hecho fundamental: que las deficiencias educacionales muchas veces no dependen de un problema de recursos, sino del uso de los mismos. Algunos gastan mucho, pero lo hacen mal, mientras que los finlandeses gastan medidamente pero lo hacen bien.
¿Qué factores y características explican la excelencia de la escuela finlandesa?
Este es el tipo de cuestiones que deberían estar en el tapete con la reforma educacional del gobierno de Michelle Bachelet si es que realmente a la Presidenta le preocupase la calidad de la educación chilena. Pero no, todo gira hoy en torno al interés de hacerse con el poder sobre la educación mediante su estatalización.
Las claves del éxito de la escuela finlandesa hay que buscarlas en una serie de elementos que se combinan para dar ese resultado. El primero de ellos es la altísima calidad del personal que forma a los maestros. Los profesores de las facultades de Pedagogía son, en su gran mayoría, doctores. Además, los finlandeses cuentan, según el QS World University Rankings 2013, con una universidad entre las 75 mejores del mundo mientras que… ¡Chile no cuenta con ninguna entre las 150 mejores!
El segundo elemento explicativo del éxito finlandés es el alto nivel de excelencia de sus profesores en general, lo que tiene su origen no sólo en la exigente formación que reciben, sino en el proceso de selección de los aspirantes a la propia carrera de profesor. Sólo uno de cada 10 solicitantes logra acceder a ella, es decir, sólo los estudiantes mejor dotados y motivados logran convertirse en profesores.
De ello se deduce el tercer elemento de éxito: la profesión de maestro otorga un alto estatus en Finlandia, y para nadie es fácil impugnar la autoridad de estos. Los profesores finlandeses están en las aulas enseñando, no en las calles protestando en defensa de los intereses propios. Esto tiene efectos decisivos respecto del ejercicio mismo de la labor docente y que, además, explica el cuarto hecho distintivo del éxito finlandés: los políticos se cuidan de meterse en el campo educacional y convertirlo en arena de sus disputas, antojos y proyectos ideológicos. Existe un sólido acuerdo para dejar a los maestros que hagan lo suyo y no alterar la estabilidad de la escuela. De hecho, la escuela finlandesa es una de las que menos reformas ha padecido en las últimas décadas.
De aquí se deriva el quinto elemento explicativo del éxito finlandés: la gran autonomía de los centros educativos y de los maestros a la hora de articular su labor. Los maestros gozan de una libertad que se han ganado de sobremanera: ahí está el respeto generalizado por lo que hacen.
Esto nos lleva al sexto hecho decisivo: no se aceptan el fracaso ni la mediocridad en el ejercicio de la función docente. Esto es lógico cuando se cuenta con un cuerpo docente tan seleccionado, prestigiado y respetado, que lógicamente cuida su reputación como el mayor de sus capitales. Los centros saben lo que pueden exigir de un profesor, y si éste no gestiona su trabajo de forma satisfactoria, lo cambian por otro. Se trata de premiar la excelencia y la eficacia, para lo cual, evidentemente, todos han de competir con todos en igualdad de condiciones. Este sistema implica que los profesores no tienen el privilegio de poseer contratos vitalicios, es decir, no son funcionarios de carrera, como sí lo son por ejemplo los profesores chilenos y españoles.
En séptimo lugar tenemos la disciplina y los controles de calidad. Se trata de un fuerte compromiso asumido por los profesores, los padres y los educandos. En la escuela finlandesa no sólo se controlan sistemáticamente los rendimientos, sino los atrasos, la inasistencia y el incumplimiento en la entrega de deberes son considerados graves faltas al sentido del deber y tienen consecuencias. ¡En Finlandia no hay cabida para: “mañana”, no se aceptan los teléfonos celulares dentro de la sala de clase y el profesor es una autoridad dentro y fuera del aula.
Finalmente, habría que agregar que el éxito finlandés hunde sus raíces en un entramado cultural: sigue rigiendo la cultura del deber y el esfuerzo. A la escuela finlandesa se va a aprender y el alumno que presenta dificultades de aprendizaje obtiene apoyo desde el inicio de la vida escolar.
Es este conjunto de cuestiones lo que debemos discutir, con seriedad y urgencia, en Chile. Creer que la reforma tributaria y sólo más dinero para la educación elevarán la calidad de la misma es una falacia. Lo que Bachelet en verdad pretende es ideologizar la educación, haciéndose de ella mediante su estatización. Todos sabemos que ni la gratuidad, ni el fin del copago o del lucro tienen que ver con la calidad de la educación, pero sí son herramientas importantes para controlarla.
Este artículo fue publicado originalmente en El Libero (Chile) el 25 de octubre de 2014.