Argentina: Barreras al comercio y a las instituciones

Martín Krause explica que el hecho de que en Argentina las políticas comerciales proteccionistas no estén por escrito muestra que el principal problema no son las equivocadas políticas comerciales sino "la falta total de institucionalidad".

Por Martín Krause

Con la crisis financiera global del 2008 se temió un fuerte retroceso del comercio internacional y un avance de medidas proteccionistas. El peor escenario fue evitado y ahora que las economías se recuperan el impulso mercantilista podría disminuir.

No en la Argentina, país que se resiste a las buenas ideas como pocos. El impacto de la crisis en su economía fue menor que en las auto-infligidas (hiperinflación, colapso de la deuda) y volvió a un buen ritmo de crecimiento gracias al impulso del consumo asiático y brasileño que promueve sus exportaciones.

El gobierno actual, además, es uno que fomenta las políticas keynesianas tanto sea en la salud como en la adversidad y promueve el consumo a toda velocidad, la que acelera en un año de elecciones. Con una política monetaria más que laxa esto genera inflación (que busca tapar trampeando los indicadores), encarecimiento de la producción local y el aumento de las importaciones.

Como el superávit comercial se reduce y la competencia genera problemas ha comenzado a cerrar el mercado, esto es, más de lo que ya estaba. Ha introducido las que denomina  “licencias no-automáticas” para importar unos 600 productos. El nombre, por sí, ya es ridículo, porque implica que antes, y aún hoy en los demás productos, se necesitan licencias “automáticas”.

Pero si automática quiere decir que existe libertad para importar, lo cierto es que no tendría que haber ninguna licencia para empezar. La palabra misma hace referencia a una potestad gubernamental para otorgar ese privilegio. Además, las automáticas no lo son tanto, como lo atestiguan los 3.000 vehículos que aún esperan ingresar en el puerto de Buenos Aires, o los 30 tractores que el embajador de India no sabe cómo hacer para que ingresen (La Nación, 12/3/11).

Ahora, entonces, se reconoce que la autorización será discrecional, a gusto del funcionario. Y no sólo eso, la ministro de Industria hizo saber a los fabricantes de automóviles que solamente podrán importar autos por montos similares a los que exporten. Es decir, si exportas por 30 millones de dólares, podrás importar por otros 30. Algunas empresas automotrices tienen fábricas en Argentina y exportan autos a sus contrapartes en Brasil, o se intercambian piezas y partes, esto hace que tengan un margen para ingresar algunos coches importados. Pero, por ejemplo, BMW o Hyundai no tienen producción local. ¿Qué deberán hacer para poder seguir importando? Pues algunos están montando oficinas de trading, tratando de exportar garbanzos o miel o lo que sea con tal de obtener el crédito necesario.

Eso sí, esta política nunca va a verse escrita en ningún papel, ya que el gobierno no quiere ser luego desafiado en la OMC. Simplemente aprobará licencias “no-automáticas” por el monto de las exportaciones. Y si alguien se queja dirán que esa política no existe, no está escrita en ninguna resolución, no hay nada que reclamar.

Lo que muestra cuál es el principal problema en juego, no ya las barbaridades de la política comercial sino la falta total de institucionalidad. Ya ni las resoluciones del gobierno se escriben.

Todo esto comenzó varias décadas atrás, cuando el Congreso, al que la Constitución le atribuye el poder de fijar aranceles, delegó esa función en el Poder Ejecutivo, el que desde allí ha hecho y deshecho a gusto. Tan a gusto que ya no se molesta en dictar resoluciones. Ahora es llevado al extremo, no es la primera vez que un funcionario da órdenes pero no firma nada, simplemente amenaza.

Los argentinos necesitan licencias para importar porque han dado licencia a su gobierno para abusar.